"Todo lo que aprendes no se tiene por qué olvidar, pero a veces se vuelve más difícil si no piensas en ello lo suficiente o no buscas atajos mentales para llegar al recuerdo".
Igor lo comprendió en 2009 cuando, fascinado por la historia que había leído en una guía de viajes, se lió la manta a la cabeza y se marchó a un pueblo perdido en las montañas del Kurdistán turco al que las nevadas condenan al aislamiento dos meses al año.
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